1.
INTRODUCCIÓN
Hablar de la historia sudamericana, supone una enorme cantidad de sucesos
socio-políticos característicos, y una similitud en el
modo de participación del Estado en esos sucesos.
Por la misma razón, cualquiera que se introduzca en el proceso
histórico del continente, sobretodo después de la crisis
de 1930, chocará con el término "populismo".
Término que ha cobrado fuerzas nuevamente, a partir de las reivindicaciones
políticas de ciertos partidos, en la década de los '70.
El fenómeno populista, se inicia en Rusia, cuando se plantean
por primera vez los problemas del capitalismo. En la segunda mitad del
siglo XIX, los movimientos del naródniki se introducen en la
sociedad y en la política europea, ligada entonces, al pensamiento
marxista. Paralelamente, en Norteamérica se desarrollará
un movimiento equivalente, de pequeños propietarios y trabajadores
agrícolas. Sin embargo, el populismo en la América Latina
en general, se revestirá de diferentes formas, tomando en cuenta
la diversidad de los países que la conforman.
En el cono sur americano, las políticas nacional-populares son
desarrollistas, pero no están al servicio de una burguesía
nacional. El objetivo principal, es la formación de un Estado
capaz de superar las contradicciones y los riesgos de estallido de la
sociedad, una integración nacional y la defensa de los intereses
populares.
El discurso populista, se centra en la identificación del líder
a un conjunto, a un pueblo, a la nación, a la patria, a la gran
mayoría o a las multitudes anónimas, y no trata de ser
representativo ni se dirige a una categoría o a una clase determinada.
Es así como, a partir de estos líderes que no anulan la
participación de las masas en el gobierno nacional, aparecen
diferentes movimientos como el peronismo argentino, el getulismo o varguismo
brasileño, amén de una serie de partidos, gobiernos y
movimientos de corte populista nacidos en el mismo lapso, en las diferentes
naciones del continente.
Para el estudio de este fenómeno, el presente trabajo se dividirá
en tres capítulos. El primero de ellos, El papel del Estado y
políticas populistas, abarcará los conceptos generales
de los movimientos sociales, para entrar en la definición del
concepto y de los elementos que lo componen.
El segundo, El populismo en América del sur, analizará
las diferentes formas que toma el sistema en el continente. Junto a
ello, se hará referencia a diversos casos sudamericanos, intentando
dar una visión de conjunto que sirva para analizar las particularidades
de cada uno. Del mismo modo, se pretende ampliar la comprensión
del fenómeno populista.
El tercero, Hacia una nueva concepción política-social,
pretende completar la información a través de las nuevas
tendencias políticas, de la crisis del antiguo populismo y de
referencias cronológicas, que dan una amplitud del contexto general.
Junto a ello, y al final de cada capítulo, se incluirán
Notas que complementan la información y que dan además,
una guía bibliográfica para quienes quieran conocer más
detalladamente los diferentes puntos de vista de los actuales estudios
sociológicos, con respecto al tema.
Finalmente, sólo nos resta decir, que el término populista
ha sido utilizado con generosidad por los mismos investigadores. Por
dicha razón, el presente informe pretende ser lo más objetivo
posible en la delimitación del concepto y de los fenómenos
que abarca.
2.
EL PAPEL DEL ESTADO Y POLITICAS POPULISTAS
a. Los movimientos sociales: características generales
Antes de entrar en el tema de los movimientos populistas, analicemos
en términos generales, aquellos conceptos que han dado noción
a los movimientos sociales. Mientras que algunos conceptualizan el término
dentro de la defensa racional de los intereses colectivos, lo que supone
una defensa de esos intereses en sí mismos y en un mercado económico
o incluso político, otros lo incluyen dentro de las reacciones
ante la sacudida que genera la incapacidad de las instituciones políticas,
en la operación de los ajustes necesarios dentro del sistema
social.
El primero, corresponde a menudo, a las negociaciones salariales, o
a la acción de grupos de presión en los países
industrializados, e incluso en América Latina, pero agrupa sólo
a una débil parte de las movilizaciones colectivas, pues dan
gran importancia a la lucha por la integración nacional o contra
la dependencia exterior. El segundo, en tanto, da el carácter
inorganizado de las luchas sociales, defensivo y conservador, inclusive
en las obreras o campesinas para la defensa del empleo o del nivel de
vida.
Pero existe aún, un tercer sentido en la noción del movimiento
social: aquel conflicto colectivo que se opone a formas sociales referentes
a la utilización de los recursos y de los valores culturales,
sean éstos económicos, éticos o pertenezcan al
orden del conocimiento. Sin embargo, cualesquiera sean las nociones
adoptadas en el desarrollo de la teorización de los movimientos
sociales, existen para unos y otros, dos órdenes complementarios
que sitúan a estos movimientos en un tipo determinado de sociedad,
y aquellos que cuestionan el modo de paso de una sociedad a otra, la
gestión del desarrollo.
Sin duda alguna, han sido "la urbanización, la industrialización,
las transformaciones tecnológicas y sociales en el mundo agrario,
la resolución de las expectativas y la explotación demográfica"
(1) algunas de las causas del desarrollo de la intervención política
de las masas en los gobiernos occidentalizados. Esta actuación
se habría realizado en la época en que se conforma la
sociedad de clases, superadas entonces, las relaciones estamentales
y de casta. En este sentido, la Europa occidental industrializada apoyaba
la tesis de la dominación del conflicto de las clases, sobre
la vida de una sociedad.
El Tercer Mundo (2) en tanto, difundió la idea del papel dominante
de los movimientos de liberación nacional, en la descolonización
y a través de ellos, la creación de los nuevos Estados
Nacionales. No es de extrañar entonces, que éste mantenga
una actitud de rechazo frente al mundo capitalista, pues ha sido él
quien le ha oprimido mediante el sistema colonial y le ha empobrecido
con su explotación económica.
Ante esto, América Latina se enfrentará a dos concepciones,
que resumiría en la suma de esos dos tipos de movimientos sociales,
o bien, representaría la debilidad conjunta de ellos. En primer
lugar, en América Latina las conductas colectivas (defensa de
los intereses colectivos, la presión extra-institucional, los
movimientos sociales, etc.) son más interdependientes que en
el resto de las naciones. Pero, este sistema de subordinación
de los movimientos a la acción del Estado, constituye la más
grave limitación de la acción colectiva en Latinoamérica.
Cabe aclarar que esta subordinación, no llega a la absorción
como ocurre en las naciones conquistadas por los regímenes comunistas
o nacionalistas, pero suele oponerse eficazmente a los movimientos sociales
autónomos.
En las sociedades dependientes no existe separación clara entre
el Estado y la sociedad civil; el primero, es el agente principal del
desarrollo económico y, en algunas ocasiones, de la organización
de las reivindicaciones sociales, controlando las empresas de igual
manera que moviliza a la clase obrera. Así, lo que en otras sociedades
serían movimientos sociales, aquí aparecen como respuestas
positivas o negativas a la intervención del Estado. De este modo,
el sindicalismo, por ejemplo, se halla controlado por el Estado, como
en la Argentina peronista, o creado por el Estado, como en Brasil durante
el período de Getulio Vargas.
Las clases populares, serán controladas por el Estado a través
de medidas, ya sea de represión, integración y/o redistribución,
pero raramente mediante campañas de movilización ideológica.
Por otro lado, los movimientos sociales se presentarán subordinados
a partidos políticos, más que a la sociedad civil. Por
ello, pocos partidos aceptan ser partidos de oposición por períodos
largos (como ocurre con los partidos obreros y comunistas en los países
capitalistas centrales); éstos se forman como partidos de gobierno,
que suponen alianzas que les permiten llegar al poder.
Entonces, en América Latina la intervención del Estado
determinará aquellos actores políticos que dirigirán
la acción de los movimientos sociales. Así, en la coyuntura
populista, esta intervención supone la organización, según
sus propios intereses, límites y directrices, del movimiento
obrero aprovechando la burocratización del sindicalismo que lo
politiza, de la misma manera en que interviene en la economía.
b. La reacción populista
Ante la modernización dependiente de los Estados, donde ésta
es generalmente importada, nace la necesidad de una reafirmación
de la identidad nacional, reflejada en una insistencia en la participación
social y la integración de la sociedad nacional.
Esta reacción de las naciones, que no están conformes
con las rupturas impuestas por la acumulación capitalista o socialista,
toma forma en el concepto de populismo. Es decir, la mantención
de una identidad colectiva a través de transformaciones económicas
aceptadas y/o rechazadas; una tentativa de control antielitista del
cambio social.
Pero antes de decir con fundamento cómo es el populismo, debemos
saber qué es y cómo es posible. Si bien es cierto que
no hay transformaciones sin rupturas, como no es posible, según
muchos, que pueda construirse el futuro conservando o reconstruyendo
el pasado, el populismo plantea un desarrollo continuo, que sea capaz
de combinar las transformaciones reconocidas como necesarias con las
formas tradicionales, revivificadas.
Al parecer, las naciones necesitan un planteamiento diferente al mundo
capitalista, que ha pagado trágicamente el precio elevado de
la proletarización de millares de obreros explotados, y al mundo
socialista, cuya industrialización se obtuvo por el sacrificio
de generaciones enteras. Se debe reconocer que a partir de ello, la
mayor parte del mundo ha sido profundamente marcado por los movimientos
de tipo populista.
La inmensa importancia de esta reacción se constata a partir
de la revolución mexicana de 1910-1920, en ciertos aspectos del
comunismo chino y por sobre todo, frente a muchos movimientos políticos
del Tercer Mundo, en donde se ha conducido incluso, a dictaduras antimodernistas.
Es precisamente en América Latina, en donde modernización
económica y nacionalismo cultural han buscado la mayor de las
veces, combinarse antes que combatirse (3).
c. El Concepto de Populismo
Para definir el término "populismo", es necesario primero
que nada, establecer una distinción capital. Los actores principales
y secundarios de la política mundial, pueden presenciar elementos
comunes en las tendencias políticas, como ocurre cuando comunistas
y socialistas se reconocen a sí mismos como variantes de una
misma tradición política general. Pero también
puede suceder que esta presencia de elementos comunes no sea percibida
por estos actores, siendo apuntada sólo por los analistas.
Esta situación llama nuestra atención para una diferencia
crucial entre comunismo y populismo, sobretodo a partir de que el primer
término no es una atribución analítica, sino que
es designado por los mismos miembros del sistema como también
por sus opositores. El segundo, en tanto, ocurre cuando los cientistas
sociales sitúan en una misma clase, movimientos que carecen de
toda conceptualización relativa a una familia de movimientos
o que no reconocen una ascendencia de un prototipo. Por ello, no existe
una "Internacional Populista" e incluso, muchos movimientos
rotulados con el término en cuestión no se reconocen como
tales. Asimismo, el status tipológico y solamente analítico
del término, no posee una tradición común: por
ejemplo, los movimientos populistas norteamericanos, no siguen la misma
idea de los movimientos de Europa, a pesar de que tiempo atrás,
otros movimientos en el continente europeo habrían sido denominados
con el mismo término.
Entre los fenómenos populistas mejor identificados, se señala
el populismo ruso de la segunda mitad del siglo XIX, conocido como naródniki,
cuya traducción a "populismo" constituye un sistema
de imputación del significado y no una equivalencia de tipo neutral.
Del mismo período es el movimiento populista norteamericano,
que se desarrolla entre pequeños propietarios y trabajadores
agrícolas.
Recién en el segundo tercio de este siglo, el populismo aparece
en la América Latina, con la Argentina peronista, el cardenismo
mexicano y el varguismo brasileño, más una serie de movimientos,
partidos y gobiernos de corte populista, surgidos en otras naciones
latinoamericanas.
Hablar de populismo entonces, implica suponer que movimientos con trazos
muy diversos, aislados en el tiempo y en el espacio, y que pertenecen
a diferentes culturas, poseen ciertos atributos capitales que justifican
su encajonamiento, de forma consciente o con fines analíticos,
en el término "populista", tomando en cuenta sus variaciones
y características.
El origen ruso del movimiento, trata fundamentalmente de un movimiento
de intelectuales, con una nueva sociedad antizarista, anticapitalista
y revolucionaria, cuyas manifestaciones más importantes fueron
los movimientos ZEMLIA I VOLIA (TIERRA Y LIBERTAD) y el subsiguiente
terrorismo de NARODNAYA VOLIA (VOLUNTAD DEL PUEBLO), cuyo mayor éxito
constituye el asesinato del zar Alexandre IV en 1881.
En términos generales, el populismo norteamericano se caracterizó
por las hostilidades frente a todos los organismos a gran escala, que
el agricultor consideraba antagónicos a sus intereses como productor
y consumidor, más una base social primitiva constituída
por los pequeños productores rurales independientes del sur y
del oeste. De esta manera, se produce una ampliación de la ideología,
con la movilización de "gentes simples" con el objetivo
de incluir a los trabajadores pobres de las ciudades (4).
Así, vemos que en base a unas analogías entre ambas tendencias,
se constituirán dos principales tipos históricos de populismo,
pero también existen grandes divergencias entre ellos. En cuanto
a organización, por citar un ejemplo, la rusa es antes que todo,
un movimiento de intelectuales que idolatraban al pueblo, en particular
al campesinado. Sus instituciones estaban dispuestas a sacrificar sus
vidas y su libertad por la causa. El populismo norteamericano, por el
contrario, es por excelencia un movimiento popular de masas de agricultores.
Sus representantes y portavoces, no pertenecen a un grupo intelectual
cultivado.
También hay que considerar los elementos comunes de ambos grupos,
como por ejemplo, el reconocimiento de la existencia de un "hombre
común" o pequeño productor, aunque pequeños
productores muy diferentes en uno y otro caso.
En el Tercer Mundo, la acción populista guarda estrecha semejanza
con fenómenos más recientes, como la formación
de Partidos de Estado (o de gobierno), herederos de un partido nacionalista
de masas, tal como aparecen en Africa y Asia en nuestros días,
y en ciertos casos análogos, en América Latina.
Los principales antagonismos se establecen entre la sociedad en su conjunto,
con el mundo externo, en particular con las potencias ex-colonizadoras
y cualquiera que procure controlar directamente en el desenvolvimiento
de sus naciones.
En esta parte del mundo, el término "populismo" se
ha considerado en relación a movimientos latinoamericanos, como
peronismo o getulismo, que extraen su apoyo político de masas,
de una población urbana engrosada por la inmigración de
habitantes del campo. Son estos últimos, quienes no sufren la
tradicional influencia de variedades ortodoxas de socialismo y comunismo.
Estos movimientos populistas americanos, proclaman una ideología
de solidaridad nacional, por encima de los intereses del partido.
En definitiva, el populismo organizado plasmará formas derechistas
o izquierdistas, aunque más comunmente estas últimas.
Empleado en su grado máximo de imprecisión, el término
serviría para designar todo movimiento que se invocase en el
nombre del pueblo, pero que no sirve para designar "autoritarismo",
"fascismo" o totalitarismo". El populismo identifica
la voluntad del pueblo con la justicia y la moralidad; la relación
entre éste y sus líderes, debe ser directa, sin la mediación
de instituciones.
De este modo, existirían 4 enfoques para definir el populismo,
como una ideología y un movimiento o sólo como una ideología.
El primero de ellos, alude a la expresión típica de una
clase social que caracteriza el movimiento y la ideología.
El segundo, considera el "nihilismo populista", es decir,
que éste es insuficiente para definir la especificidad concreta
de un movimiento, pero no que constituye un elemento abstracto del mismo.El
tercero, lo confina a la esfera de lo ideológico y no sería,
por ello, un movimiento, pues éste podría ser adoptado
por movimientos de bases sociales diferentes.
Por último, el cuarto critica a los funcionalistas la adjudicación
del populismo a una etapa transicional del desarrollo, sosteniendo que
experiencias populistas se han producido, aunque en menor grado, en
países desarrollados, incluyendo el nazismo alemán (5).
Entonces, nos enfrentamos con elementos populistas tanto en las sociedades
desarrolladas como en aquellas que se presentan en el umbral de la modernización,
tanto en la ciudad como en el campo, y tanto en los trabajadores y las
clases medias, como en los grupos intelectuales y poderosos, en favor
de la voluntad del pueblo y una mediación directa entre éste
y sus líderes. Pero este concepto resulta, por tanto, aplicable
a otros movimientos que han experimentado el contacto directo del pueblo
y sus líderes, y tiene lugar en una vasta gama de culturas y
formas políticas.
d. Los elementos del populismo
En primer lugar, el populismo se caracteriza por dos elementos esenciales,
que conducen a dar un papel central al Estado, porque sólo éste
puede ser la expresión del pueblo, y con ello, de la historia
nacional. Estos elementos son:
1. Una defensa a la continuidad de la organización sociocultural,
frente a la penetración de cualquier organismo extranjero, ya
tome éste forma de capital, técnicas o ideas. El populismo
opone a la filosofía de las Luces, una voluntad popular, una
apelación a un actor colectivo, definido en sus particularidades
y en su historia.
2. Esta apelación elimina las formas de representación
política habituales de Occidente. Los intelectuales y las clases
medias obtienen un papel central, ya que el pueblo no es capaz de organizarse
espontáneamente; pero, en este caso, a diferencia de la filosofía
de las Luces, los intelectuales hablan en nombre de su pueblo y no del
pueblo, convirtiéndose en agentes de formación de una
conciencia nacional.
De esta manera, el populismo se opone a toda lucha social interna, pero
por sobretodo, a la lucha de clases. El pueblo, entonces, no es una
clase sino una comunidad. El Estado actuará como defensor de
la identidad nacional, pero éste bien puede entrar en conflicto
con la defensa de una cultura popular o con mecanismos políticos
de integración social, que ponen en peligro el papel central
del Estado.
Resumiendo, el populismo se caracterizará por tener:
Una base popular en donde se apela al pueblo para acelerar los cambios
en la sociedad y en la política, pero no se le permite organizarse
en partidos políticos, sino simplemente se forman en sindicatos.
Una carencia de una doctrina precisa, en donde no se propone ningún
modelo social, y que por tanto, no encaja en la dialéctica Izquierda
- Derecha.
Un nacionalismo al cual se apela por medio del rechazo a todo lo extranjero,
que pudiera interferir en la "libertad" nacional.
La presencia de un líder carismático, que en su momento
representaría el papel de "salvador de la patria".
Un liderazgo de las clases medias altas, atribuyéndole al pueblo
un caracter diferente al que le atribuye la ideología socialista.
(6).
Fuera de ello, el populismo latinoamericano se caracterizaría
por surgir en los períodos de crisis en las sociedades otrora
agrícolas. Su objetivo es mejorar la producción nacional
y con ello, el consumo de la clase baja. De este modo, los errores y
trastornos de la modernización, más que la ausencia de
ésta, tienden a generar populismo.
Asimismo, el populismo tiende a poner énfasis en las reformas
espontáneas y parciales, a través de slogans ostentosos
que prometen recompensas materiales y psíquicas rápidas.
De este modo, se orientan a la redención y al moralismo, ensalzando
las virtudes de la gente común y denunciando los criterios de
los grupos gobernantes antiguos.
También se caracterizan por ser propensos al eclecticismo ideológico,
lo cual resulta comprensible en movimientos con metas y grupos electores
heterogéneos.
De esta manera, el predominio de las categorías políticas
sobre las categorías sociales y su corolario, es el caracter
esencial del sistema, así como la ausencia de diferenciación
entre el sistema político y el Estado, sugieriendo ajustes al
sistema y no su destrucción total.
Notas
(1) Ianni, Octavio. "La formación del Estado populista en
América Latina" y "Populismo y contradicciones de clase",
citado por Lucía Sala de Tourón en "Populismo en
América Latina", Universidad Nacional Autónoma de
México. Pág. 8.
(2) El término "Tercer Mundo" fue utilizado por primera
vez por el sociólogo y demógrafo francés Alfred
Sauvy en 1956, al frente de un artículo publicado en el nº27
de los cahiers del Institut National d'Etudes Demographiques, "Le
Tiers-Monde: sosdéveloppement et développement".
En esos mismos años, A. Toynbee hablaba de las "naciones
proletarias" refiriéndose a aquellas naciones que no aceptaban
por sí mismas, el mundo capitalista ni el socialista. pero el
término de Sauvy fue ampliamente aceptado y traducido a todos
los idiomas, pues simplificaba y precisaba un nuevo interés social
del hombre contemporáneo. El Tercer Mundo, reuniría según
Freyssinet, a los países que han optado por un camino nuevo y
original para su desarrollo, alejándose de los dos sistemas económicos
conocidos. Voluntad, más que realidad.
(3) Touraine, Alain. "América Latina, política y
sociedad". Cap. III, 166. El autor agrega que la reacción
populista puede apelar también, de manera más equilibrada,
contra el universalismo de la modernidad elaborada por los ingleses
y los franceses en los siglos XVIII y XIX, y a una especificidad de
una cultura nacional y a un Estado que se identifique con un pueblo.
(4) Tabak, Fanny. "Ideologias - populismo", en "El concepto
de populismo", traducción del libro del mismo nombre de
Peter Worsley, se hace referencia a que estas características
generales se suman a las hostilidades morales e intelectuales, que los
populistas consideran una interferencia antinatural de los monopolios.
Los movimientos populistas constituirían la primera intervención
en política de un grupo agrario, frente a los partidos establecidos,
y que posteriormente, se erigirían como una entidad política
independiente a nivel nacional, como el Tercer Partido.
(5) Ernesto Laclau, en su "Hacia una teoría del populismo",
se propone adelantar algunas propuestas que contribuyan a la superación
de lo que considera "imprecisión desafortunada" de
fenómenos políticos con rasgos comunes: populismo.
Añade que las etapas de transición en los procesos populistas,
son mostradas como una regla confusa de conceptos "tradicionales"
y "modernos", y que se abusa de la explicación de la
manipulación de las masas. Citado por Lucía Sala de Touron
en "El populismo en América Latina", pág. 11.
(6) Fernández, Antonio. "Historia del mundo Contemporáneo.
Curso de orientación universitaria", Cap. XXVII, 545.
3.
EL POPULISMO EN AMÉRICA DEL SUR
1. La realidad sudamericana
La vaguedad del término ha llevado a los cientistas sociales,
a determinar una larga lista de casos que por lo general, se incluyen
bajo el concepto de "populista". Del mismo modo, designa indistintamente
movimientos de gobiernos, tipos de Estado, modelos de acumulación,
estilos políticos, ideologías, etc.
Sin embargo, para el contexto latinoamericano en general, la transición
de una sociedad tradicional a una moderna, da lugar a degradaciones
de la actividad política. Esto es, una intervención temprana
de las masas en la vida política que se topa con el atraso de
la estructura política, lo que lleva a la movilización
inexperta del pueblo, carente de una organización autónoma.
Los movimientos y gobiernos populistas en esta parte del mundo, se caracterizarán
por un determinado proyecto socioeconómico, un modelo de acumulación
considerado a su vez, propio de una etapa particular del desarrollo
del capitalismo americano. Así, el impulso a la industrialización
orientada al mercado interno, la creciente intervención del Estado
en la economía y en las relaciones sociales, y cierta tendencia
a la nacionalización de algunos resortes básicos de la
economía, serán los pilares fundamentales del nuevo sistema.Paralelamente
a ello, se produce la incorporación social y política
de los sectores populares.
Por otra parte, las diferentes interpretaciones del sistema, ha llevado
a un sinnúmero de ejemplos que bien podrían encajar casos
tan dispares como los de Fidel Castro y Hitler, pasando por Perón.
La cuestión fundamental es, que a pesar de las coherencias internas
que puedan tener tales o cuales interpretaciones, se hace necesario
reconocer las diferencias objetivas de los casos, no homogeneizando
fenómenos que en el cono sur americano se definen de manera tan
diversa.
Así por ejemplo, Perón, Vargas y Cárdenas, serían
casos clásicos pues combinan de manera general, los rasgos atribuidos
al populismo. Pero la generalización indebida puede hacernos
descuidar diferencias que resultan centrales, como la inclusión
indiscriminada del gobierno de Odría, bajo el término
populista (lo sería en cuanto a "estilo", pero no en
cuanto a encarnación de un modelo de acumulación preciso).
Es más, los estudios sobre el peronismo tienden hoy a relativizar
ese "carácter heterónomo e irracional de la adhesión
popular a dicho movimiento" (1). Varios autores concuerdan que
la activa participación de las masas populares, bajo la representación
de los sindicatos y obreros, se produjo bajo una opción perfectamente
racional. Esto se reafirmaría, en cuanto la adhesión al
líder, implicaba la incorporación política de las
clases marginadas.
Pero, para una referencia teórica, nos detendremos aquí
en la definición de populismo, que lo enmarca dentro de una ideología
de conciliación social, en tanto que una clase o fracción
de ella intenta hacerse de un mayor espacio en el dominio político.
Así, el cuadro sudamericano, nos presenta en lo que va del siglo
hasta los setentas, el siguiente listado:
1. Uruguay, 1903-33 y 1947-58. El Batllismo: movimiento liberal bajo
cuyos gobiernos se organiza sindical y políticamente la clase
obrera, obteniendo reivindicaciones a través de luchas legales;
y ganando para el país, hasta entrados los setentas, el calificativo
de "Suiza latinoamericana".
2. Brasil, 1930-45 y 1951-54. El Varguismo.
3. Ecuador, entre los treintas y los setentas (número récord
de periodos de gobierno ejercidos por una misma persona en el continente),
José Velasco Ibarra.
4. Argentina, 1943-55 y 1973-76, el Peronismo.
5. Chile, 1952-58, el Ibañizmo. Y entre 1964-68, la Democracia
Cristiana (Eduardo Frei).
6. Colombia, 1953-57, Gustavo Rojas Pinilla.
7. Perú, 1963-68, Fernando Belaúnde Terry.
Un caso especial se produce dentro de las mismas décadas en Bolivia,
donde insurrección, revolución y Estado populista son
tres componentes inseparables de un proceso.
El rasgo distintivo de este listado es la ausencia de cambios de estructura.
Y si, en algún caso, éstos se hacen presentes, resultan
tan mal llevados que se ven conducidos directamente al fracaso.
Los partidos populistas
En Colombia, el sistema político se ha visto repartido oligárquicamente
entre el Partido Conservador y el Partido Liberal, convirtiéndose
en el único país en donde nunca han desaparecido las instituciones
representativas, salvo en el breve y frágil período del
General Rojas Pinilla. Incluso, durante los gobiernos de López
y a pesar de los esfuerzos del partido liberal llevados por Gaitán,
este sistema siempre ha conservado una gran capacidad de integración.
Gaitán ha sido la figura más directamente populista de
la política sudamericana; miembro activo del sistema político,
se esforzó por tomar la dirección del partido liberal,
y organizó y defendió los movimientos populares, desde
el principio de su vida política, en 1929. En 1934, creó
la Unión Nacional Izquierdista Revolucinaria, buscando apoyo
en los barrios obreros de las ciudades. Su asesinato en 1948, desencadenó
un gran levantamiento popular, el bogotazo, cargado de odio de clase,
y que fue reprimido sangrientamente.
Pero Gaitán fue un personaje populista en una situación
que lo era poco. Representa uno de los casos de partidos no populistas,
pero orientados hacia la tendencia nacional-popular. Otro claro ejemplo,
es el radicalismo argentino, adversario principal del peronismo. Su
representante más característico es el intelectual de
izquierda Frondizi, líder de los intransigentes.
De este modo, la historia del radicalismo argentino y del gaitanismo
colombiano muestra que las tendencias populistas estuvieron presentes
en ambos países, al margen del peronismo en uno, y del tradicionalismo,
en el otro.
Frente a estas figuras marginales, se sitúan lejanamente los
grandes partidos populistas que se desarrollaron en la América
sureña con una gran fuerza antiimperialista. El APRA peruano,
es el más importante de éstos.
La Alianza Popular Revolucionaria Americana nació bajo el apoyo
de los estudiantes, jóvenes profesionales, trabajadores de la
caña de azúcar de las costa norte y mineros de Cerro de
Pasco. El nuevo partido, combinaba una voluntad de integración
nacional con la defensa de los trabajadores organizados y un programa
antiimperialista, uniéndolos en la figura de su líder,
Haya de la Torre.
El APRA no se define por una línea política, sino por
la búsqueda constante de los temas sociales, políticos
y nacionales a modo de integración. Este se transformó
en el modelo de los partidos populistas. De este modo, ningún
partido populista ha de ser definido como "representativo"
de clases sociales, sino que se vincula principalmente, a la unidad
de sus miembros de donde extrae su fuerza de movilización.
En la llamada Revolución Boliviana, la presión popular
de los mineros, obreros y campesinos, se mezcló con el programa
antiimperialista definido por el MNR, el Movimiento Nacional Revolucionario.
Sin embargo, dicho movimiento no logró convertirse en un Partido-Estado,
al contrario, se descompuso progresivamente hasta que su debilitamiento
extremo abrió las posibilidades de un gobierno militar antipopulista.
La disgregación del partido aclara la debilidad de los regímenes
nacional-populares, que sólo pueden mantenerse cuando existen
tendencias bastante fuertes para la integración nacional.
En Brasil, se han formado en el plano regional, partidos y movimientos
nacional-populares. En 1963-64, Goulart representó el Estado
populista, mientras que en el nordeste, Miguel Arraes se puso al frente
de un verdadero movimiento populista. Este último desarrolló
un programa de modernización económica al mismo tiempo
que de justicia social y sostuvo al movimiento campesino. Pero su plan
de acción fue fundamentalmente el sector urbano y su tema central,
el de la participación comunitaria. El Golpe de Estado de 1964
eliminó naturalmente a Arraes, Goulart y a otros líderes
políticos.
Pero más complejo aún fue el laborismo gaúcho,
del Rio Grande do Sul, cuya historia pone de manifiesto las contradicciones
internas de un movimiento populista. El PTB gaúcho, Partido de
los Trabajadores Brasileños, se apoyó en una ideología
que combinaba los temas positivistas y las ideas marxistas. Mientras
Getúlio Vargas tuvo un proyecto más nacional que social,
el PTB gaúcho buscaba un movimiento social más que una
fuerza política.
El resultado fue que el movimiento tendió a dividirse, de un
lado a incorporarse a un nacionalismo poco populista, y de otro a organizarse
como partido independiente.
Ecuador, en tanto, es un ejemplo en donde la capacidad de integración
social y política es débil, y por ende, los partidos nacional-populares
juegan un papel menos duradero. Hassad Bucaram, comerciante de Guayaquil,
fue el líder de la CFP, Concentración de Fuerzas Populares,
que movilizó los suburbios de la gran ciudad costera. Pero ese
movimiento se dividió rápidamente a la muerte del presidente
Roldós, elegido con el apoyo de la CFP. De allí nació
un ala de populismo revolucionario, y un elemento moderado.
En definitiva, los partidos nacional-populares nunca se han organizado
en torno a grandes temas, en donde uno predomine sobre los otros, sino
que éstos se dan simultáneamente. Ahí precisamente,
radica la importancia del líder, el único capaz de integrarlos.
Los Estados nacional-populares
Una forma acabada de Estado nacional-popular, se ve representada en
el gobierno de José Battle y Ordóñez en Uruguay,
de 1903 a 1933. En realidad, la principal obra de Battle, fue crear
un Estado Nacional cuando Uruguay se presentaba apenas integrado y bajo
la influencia inglesa del siglo pasado.
Se trata precisamente, de una integración nacional antibritánica,
sumada a una extraordinaria prosperidad económica debida a la
exportación ganadera y a un fuerte movimiento de inmigración.
Esta acción se llevó a cabo sin una ruptura institucional,
y por ello, se considera un caso excepcional en donde se da perfectamente
una simultaneidad en la creación de un Estado Nacional y profundas
transformaciones sociales.
Pero el ejemplo más conocido de Estado Nacional-popular, es el
caso de Argentina, bajo el gobierno de Juan Domingo Perón. El
presidente Perón supo identificarse con la integración
social y política del mundo obrero; su mujer Eva, dio un giro
más popular y más reivindicativo a este populismo, que
quiso aprovechar la situación extremadamente favorable de la
economía, para crear una industria nacional dependiente del Estado.
Pero los hechos que sobrevinieron más adelante, hicieron que
el gobierno se volviera más conservador. La muerte de Eva Duarte
de Perón, le priva de su voz más popular.
Perón cae en 1955 bajo los golpes de una revolución, pero
el peronismo sigue identificado con el voto obrero, y en 1973 el peronismo
vuelve al sillón presidencial con Cámpora primero, luego
con el propio Perón, y finalmente, con su segunda mujer, Isabel.
El peronismo cae en una larga crisis, hasta que en 1976 un Golpe de
Estado elimina el régimen ya descompuesto. Sin embargo, este
ejemplo nos demuestra la real fuerza que puede alcanzar la política
nacional-popular, en un país enriquecido por sus exportaciones
agrícolas y arrastrado por un poderoso movimiento de integración
político-social.
Eduardo Frei en Chile, durante 1964 y 1970, es también otro ejemplo
del desarrollo de un gobierno nacional-popular. El partido gobernante,
la Democracia Cristiana, intentará abrir la vía política
a dos nuevas categorías. Una de ellas, se guiará hacia
el lado de las mujeres de los barrios populares, agrupándolas
en "centros de madres", y el otro, hacia los campesinos, para
los cuales se prepara una primera ley de reforma agraria y que empiezan
a agruparse masivamente en torno a la Democracia Cristiana, al Partido
Comunista y al Partido Socialista.
Sin embargo, el debilitamiento del crecimiento económico, durante
la segunda mitad del gobierno de Frei, choca con el aumento de las demandas
sociales, lo que prepara al país para un nuevo sistema de gobierno,
el de la Unidad Popular, durante el cual la participación de
las masas desborda ampliamente el control gubernamental.
Un caso análogo al chileno, se presenta en el Ecuador durante
las presidencias de Roldós y la de su vicepresidente O. Hurtado.
La situación ecuatoriana está marcada por una apertura
del sistema político que continúa el populismo militar
de Rodríguez Lara y que choca también con la presión
de fuerzas sindicales y urbanas. El vigor de los nuevos movimientos,
está vinculado al rápido crecimiento de una sociedad hasta
entonces tradicional, y que se ve bruscamente transformada por la economía
petrolera.
Por último, el caso venezolano se nos presenta mucho más
radical. La Acción Democrática en Venezuela, tuvo la difícil
tarea de integrar en el sistema político a las masas urbanas
multiplicadas por el boom petrolero, logrando una estrecha asociación
entre el Gobierno y la central sindical.
Los regímenes nacional-populares militares
Las intervenciones militares contra un régimen oligárquico
en crisis, son numerosas en América del Sur. En Brasil,por ejemplo,
los tenentes iniciaron una sublevación a nivel nacional, a la
cual se unieron los insurrectos de Sao Paulo, y que recorrió
el país hasta terminar su cruzada en Bolivia. Pero la acción
de los jóvenes soldados, no logró despertar a las masas
populares del Brasil. Muy pronto, los nacionalistas y los antioligárquicos
se dispersaron entre las filas del nuevo régimen getulista y
las de la oposición.
En Chile, la primera presidencia del general Ibáñez, de
1926 a 1932, estuvo dominada por la sustitución del capitalismo
inglés por el americano, a pesar de que sus bases principales
se reafirmaban en un populismo antioligárquico e incluso pro
obrero. La gravedad de la crisis económica destruyó toda
intención de reformas sociales, hasta que la clase media chilena
se libra del general Ibáñez (2).
En Perú, la intervención militar se justifica tras la
dualización del país entre la Costa y la Sierra, más
la actuación de las guerrillas. La eliminación del general
Pérez Godoy, significó la supremacía de la criollización
conservadora por sobre la radicalización, y con ello, el apoyo
a Belaúnde en 1963. En Bolivia, los populismos militares respondieron
a la crisis nacional abierta por la derrota de la Guerra del Chaco contra
Paraguay (1932-1935), a la segmentación de la sociedad y la economía
minera.
De los regímenes nombrados, sin duda alguna el más representativo
es el de Perú. La reforma agraria peruana fue la más amplia
del continente, y llevó a la destrucción total de la oligarquía.
Sin embargo, el régimen militar no tuvo el apoyo que se esperaba;
el sistema de movilización popular en mano del SINAMOS, perdió
su poder de acción y se redujo a un organismo de propaganda política.
Así también, los gobiernos militares ecuatorianos lograron
mantener un control importante sobre la actividad económica,
promulgando en 1964, una ley de reforma agraria. Sus acciones provocaron
fuertes reacciones entre los comerciantes y los terratenientes, pero
el principal objetivo de estos gobiernos fue transformar la organización
militar.
La acción militar populista en Ecuador, logró una apertura
social que no alcanzó Perú, principalmente debido a que
el rápido desarrollo de la producción petrolera llamaba
en Ecuador a la superación de la oposición tradicional
del campo y de la ciudad, de la costa y del interior, reforzando con
ello, la capacidad de acción del gobierno.
Así, la naturaleza general de las políticas populares
no depende de su carácter militar o civil de sus líderes.
La presencia de estos regímenes militares parece ligada únicamente
a una penetración más fuerte del capital extranjero, a
la presencia de amenazas contra la unidad nacional o a la debilidad
de esta unión.
4.
EXPERIENCIAS EN EL CONO SUR AMERICANO
Argentina
Las corrientes ideológicas del proletariado europeo le viene
a los argentinos, de la tradición inmigrante, que ya desde fines
de siglo se patentiza en su naciente clase obrera, artesanado y población
trabajadora rural. De este modo, anarquistas, social demócratas,
socialistas y comunistas, pusieron pie en el puerto de Buenos Aires
y se expandieron por todo el país (3).
Más adelante, "La Internacional", que abanderaban las
columnas obreras, fue borrada por una nueva canción de música
pegadiza, que daría lugar a una de las historias más significativas
del populismo americano: el peronismo.
Juan Domingo Perón (1895-1974), asumió el poder de la
República Argentina en 1946, apoyado por los trabajadores que,
comandados por su esposa Eva Duarte, le reeligieron en 1952. A grandes
rasgos, su gobierno introdujo los derechos del trabajador, el voto de
la mujer y la función social de la propiedad.
La formación de las diferentes organizaciones políticas,
su evolución y su importancia, nos permiten delimitar en cuatro
fases el primer gobierno peronista:
1. de 1943 a 1945, cuando se prepara el estatismo como orden político.
2. entre 1946 a 1949, en que se impone y reafirma.
3. entre 1949 a 1951-52, que significa el triunfo y crisis del sistema.
4. de 1952 a 1955, en que el estatismo cede lugar a otro tipo de organización
política.(4)
El primer período presidencial de Perón, eliminó
a la oposición del sector liberal-democrático. Esta situación
respondía a un determinado concepto de orden político,
especialmente común entre los militares. El gobierno consideraba
que los derechos y garantías individuales eran un peligro, y
por tanto, secundarios, ya que podían ser utilizados como pretexto
para acciones subersivas, poniendo en riesgo la seguridad nacional.
Enumerar aquí cada una de las medidas tomadas contra los grupos
liberales, nos tomaría mucho tiempo y nos desviaría del
tema principal. Lo cierto es que existe una gran cantidad de información
relacionada con los llamados Actos de Limpieza, que comienzan en 1951
y que perduran durante todo el régimen:
"Es necesario llevar este proceso a toda la Administración
Pública, de forma que no reste un único funcionario o
un único empleado que no comparte total y absolutamente nuestra
manera de pensar y de sentir, en lo que se refiere al orden institucional,
administrativo y de gobierno" (discurso pronunciado por Perón,
durante una conferencia con gobernadores de provincias, insitándolos
a exigir una adhesión incondicional de todos los funcionarios
públicos).
Perón esperaba alcanzar sus objetivos a través de la difusión
de su "doctrina", y para ello, ésta comenzó
a ser enseñada en cursos especiales en horas de trabajo ( 1952,
Resolución Nº389 del Ministro de Comercio Exterior A.F.
Cofiero: "en cumplimiento de las directrices de difusión
doctrinaria de los organismos del Estado, se considera necesario y conveniente
la creación de cursos de doctrina peronista...").
Además, a partir de 1951, el gobierno traza un plan de acción
anual que tiene por objeto disminuir la influencia de la oposición.
Muchas de ellas afectan a los militares.
La actuación posterior de Perón, contra los promotores
del orden político, es decir, Administración Pública,
militares y la Iglesia, dará lugar a una segunda división
del peronismo: antes y después de 1949.
Lo que realmente interesa al régimen es una estructuración
del pueblo en unidades de fácil control. Al frente de la estructura
interna de la nación se encontraba el Estado, y por Estado se
comprende Perón, encargado de tomar las decisiones importantes
y el único que actúa políticamente.
Sin embargo, el intento de organización general, se ve modificado
en la medida en que la preocupación por organizar todos los sectores,
es superada por formas de participación entusiasta. Por otro
lado, este esquema necesitaba llegar a las instituciones opositoras,
lo que significaría un elemento de tensión para el sistema,
y ambos serán decisivos para la transición de 1951.Asimismo,
la interdependencia de los diferentes problemas nacionales, requerían
de una solución homogeneizadora, y por lo tanto, el único
capaz de resolverlos era el Estado.
De esta manera, el gobierno militar intentará proteger tanto
la industria naciente como a los trabajadores, favoreciendo a estos
últimos, lo que permite la integración de las clases bajas
a la comunidad nacional.
Sin embargo, el gobierno de Perón fue derrocado en 1955. Pero
durante su exilio, continuó al frente del movimiento justicialista.
Precisamente, el triunfo del Frente Justicialista de Liberación
en las elecciones de marzo de 1973, permitieron el regreso del líder,
quien resultó nuevamente electo Presidente de la República
en septiembre del mismo año.
El retorno del peronismo abrió un proceso político lleno
de tensiones que culminó en marzo del '76, con la intervención
de las Fuerzas Armadas. Pero, ¿qué es lo que lleva a un
segundo derrocamiento del sistema populista?.
El segundo regreso de Perón aparece como definitivo, el peronismo
ha ganado las elecciones el 11 de marzo y Héctor J. Cámpora
ocupa el gobierno en nombre de Perón.
Sin embargo, el peronismo ha evolucionado desde la década anterior.
La lucha entre la derecha y la izquierda peronista, por el control del
"espacio político", alcanza precisamente su mayor expresión,
al regreso del líder. Varios enfrentamientos se sucedieron, produciendo
muertos y heridos innumerables.
Perón desplaza el antiguo sistema de eliminación de la
oposición, por una suerte de derecho individual. Estar o no estar
de acuerdo con la doctrina peronista, no es una cuestión ideológica,
y por ello, no altera en nada la igualdad de todos ante la Patria.
De este modo, algunos de los temas ideológicos del peronismo
se modifican sensiblemente a lo largo de la historia argentina. Así,
la asociación típica en el discurso peronista hasta 1951,
entre la entidad del "pueblo" y el colectivo "trabajadores",
desaparece durante el período '73-74.
La muerte del general Perón el 1 de julio de 1974, provoca un
vacío político, en la medida que el sistema ha sido creado
por y para él. El país se hunde rápidamente en
una crisis sin precedentes. La presidencia es asumida por Isabel Perón,
segunda esposa del general, cuya inexperiencia e incapacidad política
llevará a una actitud de absoluta prescindencia por parte de
las Fuerzas Armadas.
Esta búsqueda de participación y legitimidad militar,
por parte del Estado, llevará a una segunda crisis aguda en 1975,
preludio a la caída del poder civil.
El peronismo se enfrentó, durante este período, con prácticamente
todos los sectores empresariales de la sociedad argentina. Las iniciativas
de los grandes propietarios rurales, jugaron un papel decisivo en el
desplazamiento de la administración peronista.
Otra causa fundamental de su caída, fue la coalición política
entre el gobierno y el FREJULI (5), que sostenían una serie de
reivindicaciones programáticas, que chocaban con las diferentes
posturas del gobierno. Como resultado, el Estado perdió en parte
su unidad interna, y con ello la eficacia de sus intervenciones se encontró
relativamente deteriorada.
La negativa de los partidos a exonerar a la presidenta, llevó
a una intervención "constitucional" por parte de los
militares, apareciendo como una de las formas más sutiles de
intervencionismo.
Sin embargo, el ciclo del peronismo no se ha cerrado. Continúa
siendo la corriente mayoritaria en el aspecto político argentino,
y sobretodo en el seno de la clase obrera.
Bolivia
El primer esquema de gobierno populista boliviano, surge con David Toro
(mayo 1936-julio 1937), en donde se formaliza una alianza de la alta
burocracia minera con núcleos reformistas de la pequeña
burguesía, bajo la dirección de un grupo militar más
politizado, dando origen a un "socialismo militar."
Precisamente este nuevo sistema de socialismo militar, sirve de experiencia
pedagógica para encauzar un verdadero populismo en la década
del 40. Los consorcios mineros tuvieron por respuesta, un incremento
de las fuerzas productivas y el proletariado urbano iniciaría
su historia de clase, sin otro antecedente que las luchas cotidianas.
El aumento de la participación de la clase obrera, junto con
el reaparecimiento de pequeños partidos políticos burguses,
les dieron a los centro urbanos un mayor peso político. La ciudad,
orientada por movimientos populistas, se mantuvo activa por el papel
de las clases sociales inquietas e impugnadoras de la hegemonía
tradicional.
En estos años, se organizaron dos partidos de masas: el Partido
de la Izquierda Revolucionaria (PIR) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario
(MNR). Así, los fenómenos sociales se expresan en la organización
de potentes movimientos de masas, principalmente urbanas, para el planteamiento
de conquistas sociales, económicas y políticas. Ambos
partidos, reflejan esa política.
Frente a ello, los partidos tradicionales (liberal, republicano y otras
ramas menos relevantes) formaron la Concordancia, alianza política
con que la oligarquía enfrentó a las nuevas organizaciones
de masas. En este cuadro organizacional, comienza el desarrollo populista
boliviano, para cumplir dos ciclos de poder:
1. de 1943 a 1946.
2. el ciclo que corresponde a los doce años iniciados con la
insurrección popular de 1952.
El primero, corresponde al gobierno de Villarroel, surgido en 1943.
Sus objetivos eran la reubicación del Estado en el campo de la
economía, realizar reformas políticas y sociales en beneficio
de los sectores asalariados y la apertura de una independencia económica,
sin la necesidad de introducir cambios en la estructura social.
El hecho clave, es que el PIR, viéndose rechazado por el gobierno,
formó una alianza con los partidos de la Concordancia en un denominado
Frente Democrático Antifascista. A este nuevo grupo le importaba
poco la filiación ideológica y los métodos represivos;
lo significativo para su dominación era la alternativa de cambio,
que comenzaba a tomar forma a través de hechos como: la labor
parlamentaria piristas, la promulgación de leyes modernizadoras
de signo populista, la abolición del trabajo gratuito en el campo
y el gran desarrollo del movimiento obrero.
Así, gobierno y partidos populistas se ubicaban en una necesidad
de cambio, en la perspectiva de unirse por encima, o al margen de sus
direcciones sectarias. Hasta 1946, el populismo en Bolivia tuvo un desarrollo
discontinuo, caracterizado por lapsos cortos de ejercicio del gobierno,
compartiendo el poder con fuerzas de diferente signos.
El segundo ciclo, se refiere al ascenso al poder del MNR, gracias a
una inserrucción popular el 9 de abril de 1952. Esta insurrección
reveló una característica específica del populismo:
el proletariado urbano y los trabajadores mineros no actuaron por un
interés concreto de clase social, sino con la amplitud policlasista
orientado a cambiar el statu quo, y que no planteó tareas específicas
de la clase obrera.
Junto a ello, se promulgó el voto universal (21 de julio, 1952),
se nacionalizaron las minas (31 de octubre, 1952) y se decretó
la reforma agraria (2 de agosto, 1953). Estas medidas representaban
un triunfo del populismo de masas (6). Además, por su parte,
el MNR introdujo políticas distributivas que no afectaban a las
relaciones de producción.
De este modo, las conquistas logradas con la victoria de abril abrieron
el camino de una revolución populista, revolución política,
y no de otro tipo, es decir, que no plantea la necesidad de revoluciones
sociales, como tampoco traduce un cambio en las relaciones de producción.
La alianza de clases tomó un sentido original para el proletariado.
Los trabajadores se organizaron en la Central Obrera Boliviana (COB),
considerada como un parlamento obrero al cual concurrían los
diversos partidos de gobierno, en especial el MNR. Surge así,
lo que se denominaría "cogobierno MNR-COB", que subordinó
el movimiento obrero a la dinámica del régimen populista:
Estado-partido-sindicato.
Pero la realidad económica planteaba un sentido distinto al original.
El populismo, incapaz de desarrollar una burguesía nacional como
fuerza propia, abría los brazos a la inversión extranjera,
creando un nuevo tipo de dependencia nacional. En 1964, año de
la caída del MNR, Bolivia se afirmaba en un capitalismo monopólico.
Los doce años que duró el régimen, iniciaron un
proceso de coherencia nacional y social. Las clases explotadas se sienten
nacionales, participan de los problemas del país y cuestionan
los problemas de Bolivia con una conciencia crítica.
Brasil
La historia del populismo en Brasil, comienza con la revolución
de 1930 en la que la llamada "República Velha" llega
a su fin (7). De esta manera, la disidencia oligárquica, la burguesía
industrial y los nuevos grupos urbanos, llegan al poder a través
de Getulio Vargas.
El nuevo gobernante mantiene una política de compromiso con los
grupos cafeteros, y actuará en la dirección del desarrollo
industrial del país. La hegemonía del gobierno anterior
es desplazada por una nueva, en donde el sector industrial superará
al sector agrícola, pero no completamente. El sistema de poder
en esta etapa, engloba conjuntamente ambos sectores, y los suma a las
capas medias urbanas. El Estado regulará las relaciones de producción,
convirtiéndose en un instrumento directo de la constitución
del sistema industrial, pues ésta crecerá a través
de su acción directa.
En Brasil, y a diferencia de otros Estados sudamericanos, la clase obrera
era menor, mientras que la masa urbana no obrera y las masas rurales,
eran mayores. Esto condiciona a la creación de una estructura
sindical más bien débil. De allí que la burguesía
industrial alcance un mayor ascenso en el plano político.
El varguismo, o getulismo, acentuará la defensa de los humildes,
en la cual los valores de masa tendrán preponderancia sobre los
valores de clase. Sin embargo, la gran reserva de mano de obra brasileña
comprimía constantemente los salarios reales, por lo que la producción
capitalista fue de menor extensión que en Argentina, por ejemplo,
en donde el ejército industrial de reserva era mucho más
reducido.
En 1937, se proclama la creación del "Estado Novo"
en la que la burguesía industrial impone un compromiso con la
burguesía agraria y mercantil. Ya para entonces, el Estado se
había encargado de reprimir a las fuerzas de izquierda, agrupadas
básicamente en la Alianza Nacional Libertadora, así como
se preparaba para reprimir también a la extrema derecha facista,
La Acción Integralista Brasileña.
El Estado, para Vargas, es sólo el coordinador y regulador de
los intereses colectivos, la sociedad organizada como poder, para dirigir
y asegurar su progreso. Con ello, el Estado no reconoce derechos de
individuos contra la colectividad y no reconoce la lucha de clases;
las leyes laborales pasan a ser leyes de armonía social.
El 30 de diciembre del mismo año, se decreta la reglamentación
para la transformación de los partidos políticos en sociedades
culturales de beneficencia; en 1938, se nacionalizan las empresas de
seguros así como los yacimientos de petróleo y gas naturales.
Además se reglamenta el salario mínimo y se exceptúa
de impuestos las casas destinadas a los obreros.
Asimismo, se eliminan los partidos políticos, pues el pueblo
ya no necesita de intermediarios para llegar al jefe de Estado. El Estado
Novo, ampliamente nacionalista, revelaba una heterodoxia en sus diferentes
elementos constitutivos, resultante de las diferentes fuerzas que lo
componían.
"... sobre el concepto del régimen que denominamos Estado
Novo o Estado Nacional, me parece oportuno decirle que, al instituirlo,
no tuvimos en vista copiar este o aquel modelo, sino apenas, dar forma
política a las tendencias sociales y económicas de la
vida brasileña.... Más que en las palabras y en las convenciones
legales de las democracias parlamentarias, ese régimen atiende
a los intereses del pueblo y consulta sus tendencias a través
de las organizaciones sindicales y asociaciones productoras. Es más
una democracia económica que política... lo que parece
divergencia ideológica o doctrinaria, en el régimen brasileño,
en relación a los demás Estados de América es,
solamente, la afirmación de nuestras particularidades."
(8). Las ideas de Vargas tienen como base el positivismo, que postulaba
el orden como principio y el progreso, como fin; de igual manera, la
necesidad de incorporar al proletariado en el cuadro político
de la Nación.
En 1945 Vargas es derrocado, y el general Eurico Gaspar Dutra, Ministro
de Guerra en el Estado Novo, asume como presidente. Sin embargo, esto
no significaba una caída de la dictadura populista, ya que el
nuevo gobierno respetó la estructura sindical corporativa y reprimió
duramente a las fuerzas obreras independientes.
Pero una nueva fuerza popular, el "queremismo" (cuya consigna
era "queremos a Vargas"), reivindicaba la permanencia de Vargas
en el poder. De ese modo, en 1950 vuelve a la Presidencia de la República.
Es precisamente este período, el cual se considera auténticamente
populista, ya que se establece una verdadera alianza entre proletariado
y burguesía industrial, contra los viejos sectores agroexportadores
y se afianza un verdadero nacionalismo, pero en una época de
"recuperación" del imperialismo.
Poco a poco, empiezan las concesiones y los retrocesos de Vargas: la
Ley de Seguridad Nacional, la Prórroga y ampliación del
Acuerdo Militar Brasil-Estados Unidos, así como el intento por
incrementar las exportaciones y frenar las importaciones.
La campaña de la derecha en su contra, fue creciendo en la medida
en que su política de conciliación lo aislaba de las masas.
El pueblo deja de escucharlo, y la izquierda inicia otra campaña
en su contra, que lo lleva al gesto extremo del suicidio en 1954, cuando
estaba virtualmente depuesto.
Tras el gobierno de Vargas, asume Juscelino Kubitschek, quien mantiene
el sistema político dominado por el Estado, y apoyado en una
coalición compleja, la del PSD, que defendía ciertos sectores
de la oligarquía, con el PTB, que canalizaba la participación
política de los trabajadores. De esta manera, el "Estado
de compromiso" hace compatible una inversión elevada, tensiones
sociales reducidas, nacionalismo y apertura al capital extranjero; convirtiédose
en un Estado nacional popular y un Estado defensor de sus propios intereses.
Colombia
En Colombia la experiencia populista se reviste de formas complejas.
El asesinato del líder popular, Gaitán, en 1948 demostró
que, sobre determinadas circunstancias, el pueblo podía ser movilizado
con una furia violenta y ciega contra las autoridades y quienes son
considerados representantes de éstas.
Por otra parte, los partidos políticos pequeños y algunos
grupos de partidos grandes como el Movimiento Revolucionario Liberal,
aparecen y desaparecen del escenario político, o son absorvidos
por los grandes partidos, o simplemente, disueltos, cuando el entusiasmo
y los recursos son insuficientes.
En las elecciones parlamentarias de 1966, el 57% de los votos correspondían
a dos grandes partidos que apoyaban la reciente coalición Liberal-Conservadora.
En la oposición, el único partido que tuvo una real votación,
fue la Alianza Nacional Popular (ANAPO), del antiguo dictador Rojas
Pinilla, que recibió el 19% del total. Si consideramos que las
principales fracciones de ambos partidos, lanzaron 1 candidato apenas
como parte del acuerdo de la coalición, entonces podemos deducir
que la cooperación entre los políticos encontró
eco entre el electorado.
La existencia de estos partidos (Liberal y Conservador) se explica,
porque Colombia es el único de los grandes países de Latinoamérica,
que ha mantenido intacto en el siglo XX, un sistema político
que la mayoría poseía en el siglo XIX, pero que han modificado,
abandonado o derrumbado mediante el cambio social.
Fuera de ello, la geografía electoral colombiana revela pocas
áreas en donde exista una división equitativa de apoyo
partidiario, esto es, que a nivel de municipio o de pequeñas
ciudades, un partido suele dominar, llegando a excluir a su oponente.
Por otra parte, la realidad de la sociedad de Colombia, no muestra un
modelo simplista de separación de clases. Por ello, los partidos
no suelen ser instrumentos de supresión de las reivindicaciones
populares. La participación, entonces, no está limitada
a las clases populares. El verdadero conflicto surge cuando ambos partidos
del Estado, entran en competencia; algunas veces, la solución
se ve enfrentada en la alianza partidiaria, pero en otras, pueden recurrir
a la violencia armada en busca del poder político. Es necesario
aclarar, que ningún partido defiende un determinado grupo social
o a un conjunto de principios.
De este modo, los partidos son canales para acceder al poder político,
aceptando en ellos integrantes de cualquier ideología, grupo
social o religión. Esta flexibilidad asegura su continuidad.
De la misma manera, al no estar insertos en intereses de una elite social,
no adoptan programas de reivindicaciones sociales, asociadas a los movimientos
populistas (pero el populismo es mucho más que un conjunto de
estas reivindicaciones, en torno a una justicia social).
La historia política de Colombia, por lo tanto, nos muestra un
continuo hacer y deshacer de alianzas. Inclusive, muchas de estas asociaciones
fueron incongruentes, como por ejemplo, cuando Lopes Michelsen, líder
de la ala izquierda de la fracción liberal (Movimiento Revolucionario
Liberal), buscó una alianza con el partido del general Rojas
Pinilla y con el Partido Conservador, a pesar de que el grupo fuera,
por tradición, el más férreo enemigo de las libertades
de izquierda.
Con ello, este análisis pretende mostrar que la característica
del escenario político colombiano, subestima ciertos aspectos
del sistema político, ofreciendo una cierta continuidad y estabilidad
propia de una época. La violencia o la amenaza de ella, constituye
parte integrante del sistema y no necesariamente el anuncio de una revolución
social. Por consiguiente, el proceso político no es monopolizado
por las clases superiores ni por una oligarquía, aún cuando
la participación en los asuntos de la Nación, sea limitada
y diferente a la normalmente asociada a un sistema democrático.
Es por esto, que las instituciones tradicionales no precisan, necesariamente,
adoptar doctrinas favorables apenas a una elite, pues pueden ser flexibles
y adaptables, de modo que respondan a un cambio social.(9)
Chile
La opción populista en Chile, significó una redefinición
del campo de alianzas políticas. La aparición del "ibañismo",
debilitó la representación del centro político,
que hasta entonces había constituído una de las bases
del Frente Popular. Con ello, produjo un reajuste del campo de fuerzas,
sustituyendo la antigua relación "partidos de izquierda/masas
populares" por "caudillo/masas populares". Por lo tanto,
el Partido Comunista rechazó la opción populista.
Ibáñez, como todo líder populista, se dejó
llevar por el lenguaje anti-parlamentario y especialmente, anti-partidiario.
Con ello, los comunistas vieron el peligro que esto podía acarrear:
el arrancar a las clases populares de los tradicionales "partidos
revolucionarios".
Sin embargo, el camino de Ibáñez fue ampliamente preparado
por el Presidente anterior, Alessandri. Este, representó un despertar
político en la historia de nuestro país, integrando las
clases medias y bajas a la política nacional y disminuyendo la
discordia existente entonces, a través de la reducción
de la inestabilidad parlamentaria, la relación Iglesia/Estado,
depreciación de la moneda, etc.
A partir de Alessandri, los partidos y organizaciones identificados
con los trabajadores progresaron. En 1922, el antiguo POS se convirtió
oficialmente en el PC de Chile.
A través de la legislación reformista de Alessandri, las
Fuerzas Armadas encabezadas por Ibáñez y Grove Vallejos,
pidieron al Parlamento un nuevo código laboral y un mejor pago
a los militares. Obviando la jerarquía militar, reemplazaron
al gobierno de Altamirano por una Junta propia. El nuevo régimen
prometió una ola de reformas, volviendo a poner a Alessandri
en la presidencia.
En 1925, Ibáñez asumió el poder efectivo tras sellar
con las elecciones presidenciales, su legitimidad popular y constitucional.
Puso en ejecución mucho de los planes de su antecesor, tratando
de disciplinar a la sociedad para su desarrollo económico, introducción
de capital extranjero, bajos impuestos y estabilidad.
Al igual que Alessandri, reemplazó a los funcionarios públicos
aristócratas por novatos de los estratos medios y de provincias
distantes; de hecho, los principales beneficiarios de la expansión
presupuestaria fueron miembros de la clase media alta pertenecientes
a la burocracia y a los militares.
Por otra parte, Ibáñez fue uno de los primeros presidentes
latinoamericanos que enmarcó a las organizaciones laborales en
un sistema de sindicalización supervisada por el Estado, de este
modo, el sindicato debía servir tanto a los trabajadores como
al Estado.
Sin embargo, la Gran Depresión de los años '29-30, disminuyó
el apoyo foráneo a Chile, trayendo consigo desórdenes
nacionales, que presionaron al Presidente y destruyeron la legitimidad
de su mandato. Con ello, Ibáñez renuncia y deja el país
en julio de 1931.
Entre los años 1934 y 1935, el Partido Comunista chileno llamó
a la formación de un frente unido de campesinos y proletariado
contra el fascismo, el cual se denominó Frente Popular y que
ofrecía al Partido una alternativa para superar sus puntos débiles
entre los trabajadores y el electorado. Este Frente Popular, cada vez
más populista, identificó su programa con intereses multiclasistas
chilenos al poner énfasis en la modernización económica
nacional, por sobre el conflicto social.
Sin embargo, en las siguientes elecciones, un movimiento encabezado
por Ibáñez, obstaculizó el avance del Frente. Su
triunfo se debió principalmente a que ni el populismo ni el socialismo
puros, consiguieron poder absoluto a través del Frente Popular,
aunque en el surgimiento, apoyo y programas de coalición se vieron
elementos considerables de ambas tendencias.
Los sucesos que siguieron en el ámbito internacional, debilitaron
la política nacional; a partir de ello, cuando se desacreditó
la política multipartidista, los encantos del populismo se volvieron
más atractivos para los votantes. En 1952, reaparece Ibáñez
en el Sillón Presidencial.
Esta vez, el Presidente no pudo evitar los males como la dependencia
del capital extranjero, la inflación, el estancamiento rural
y la pobreza de la clase trabajadora. Con ello, la popularidad de Ibáñez
perdió terreno, en favor de los recién nacidos Demócratas
Cristianos (DC) y los resucitados marxistas que ganaron cada vez más
adeptos entre las mujeres, campesinos y ocupantes ilegales de terrenos
en las urbes, así como en la clase media.
Viéndose favorecidos, los socialistas pronto se divorciaron del
gobierno de Ibáñez, una vez que éste se apartó
de las promesas de su campaña y se ecercó a la derecha.
Pero la historia del populismo chileno, rebasa los límites convencionales,
y aún se encuentra presente entre los años 1964 a a 1970,
cuando la DC asume el gobierno del país, bajo la tutela del carismático
y populista Frei. Apoyado por liberales y conservadores, Frei supo mantener
durante todo su gobierno el popular tema del "anti-comunismo";
asimismo, promete una "revolución de libertad" pero
no en el sentido marxista y carente de las proporciones de largo alcance
de Allende.
A través de una visión de prosperidad económica
y justicia social simultáneas, intenta llegar a todos los sectores
de la sociedad, evitando así, una revolución.
Por primera vez en Chile, los partidos marxistas, las fuerzas conservadoras
y de centro, se veían envueltas en una confrontación polarizada.
El programa y la personalidad de Frei triunfaron en todos los sectores
sociales del país y en todas las regiones, contando con un gran
apoyo partidista que logró vencer a la izquierda extrema de Allende.
El tema del sindicalismo, se solucionó a través de la
legislación que proveía a éstos, de un estatuto
legal y financiamiento para las organizaciones sindicales campesinas
que existían ilegalmente, y que se habían formado en los
años anteriores.
Pero por otra parte, al penetrar tan hondamente en el campo para reestructurar
relaciones sociales y políticas de antigua data, los democratacristianos
provocaron la ira de la oligarquía rural y de esa manera, precipitaron
una reorganización de las fuerzas políticas de derecha.
Del mismo modo, las políticas de sindicalización campesina
y reforma agraria, trajeron consigo el aumento de las contribuciones
de bienes raíces y la modificación de los derechos de
propiedad, con lo que la derecha se condujo a una profunda alienación
con el centro.
Al mismo tiempo, el apoyo de los trabajadores rurales y urbanos, organizados
y no organizados, amenazaba a los partidos de izquierda con acabar con
su base electoral histórica. De igual manera, esta izquierda
que se hallaba profundamente afectada por desarrollos ocurridos en la
Cuba revolucionaria, propagaba el reemplazo del Estado capitalista burgués
por el Estado socialista de los trabajadores.
Ello dio por resultado la unión de los partidos marxistas con
una fracción de los radicales, quienes formaron la coalición
de la Unidad Popular liderados por el dr. Allende, y que ganaría
las elecciones presidenciales de 1970.
Perú
Veinte años después que el sector radical del partido
aprista intentara derrumbar el gobierno de Bustamante, las Fuerzas Armadas
del Perú tomarán el poder en 1968.(10)
El gobierno de Bustamante, a partir de 1945, fue la primera experiencia
frustrada para conciliar los intereses de las diferentes clases y sus
organismos representativos. El golpe militar del '68, se inscribía
nuevamente en un cuadro político semejante.
De 1964 a 1968, resultó imposible la constitución de un
régimen efectivo que pudiera unir las diferentes clases sociales,
a fin de condicionar al país, de las múltiples influencias
externas y de sus respectivas derivaciones nacionales. Así, el
cambio operado por las F.F.A.A. le confieren una nueva tónica
que legitimiza su tradicional papel de tutor del país. Este se
manifiesta a través de la estatización de la International
Petroleum Company, subsidiaria de Standar Oil of New Jersey, que mantenía
una situación ilegal en el Perú; la restricción
en los Bancos en un 25% la participación de capital extranjero,
o la Ley de Reforma Agraria y del Código de Aguas, que supone
una sustantiva modificación de la estructura social.
Pero estos hechos tienen sus antecedentes, cuando el general Sánchez
Cerro, procuró por primera vez, forjar una especie de populismo
militar, basándose en el apoyo del pueblo y del sector urbano,
compitiendo con el partido aprista. Con ello, se concilia una alianza
entre el Ejército y la burguesía, que impedía que
ésta última se tornase en una clase dirigente.
En 1945 se constituye el Frente Democrático Nacional, en el cual
el APRA participa con un mayor peso, proponiendo como candidato presidencial
a un "héroe" de la reciente guerra con Ecuador, que
también era apoyado por la burguesía y, por supuesto,
por el Ejército.
Con la victoria de FDN, el APRA obtiene un amplio acceso a las cámaras
parlamentarias, colocando al Ejecutivo en una situación más
bien débil. Por un lado, se presentaba la burguesía impidiendo
cualquier tipo de reformas, y por otro, las masas populares movilizadas
por el APRA, ejerciendo fuertes presiones.
Esto originó la tentativa de aplicar un régimen que conciliara
los intereses clasistas, es decir, un régimen populista. Sin
embargo, la imposibilidad del gobierno y su incapacidad en la aplicación
de una política redistributiva, simultánea a un control
de las importaciones, llevó al país a
una grave corriente inflacionaria. La burguesía se vio amenazada,
y los sectores medios y exportadores presionaron gravemente al gobierno.
Esta situación llevó a que el 3 de octubre de 1948, ocurriera
un intento de revolución por el sector rural de la burguesía,
que acaba con el sistema imperante.
La segunda tentativa populista se produce cuando, el APRA, apoya al
candidato presidencial Prado, ocasionando en 1956 una denominada "imposible"
alianza apro-pradista, que durará hasta 1962. Sin embargo, la
antigua clandestinidad del APRA llevará a que los jóvenes
intelectuales y profesionales, se agrupen en las filas de nuevos partidos
como el Social Progresivo, la Democracia Cristiana y la Acción
Popular, imposibilitando con ello, la acción movilizadora aprista.
El gobierno apro-pradista intensificará la urbanización,
acelerando el cambio de las relaciones urbano-rurales y ayudará
a
la estimulación de la incorporación del campo a la vida
urbana. Se estimula la iniciativa privada y la formación de préstamos
para la construcción de casas urbanas, sin participación
estatal. Estas medidas fueron tomadas debido a los problemas de crecimiento
urbano y el malestar rural. Se ayuda además, a los pequeños
agricultores en la elevación de su productividad y el aumento
de sus ventas.
Sin embargo, tales medidas traerán los resultados típicos
de la política populista: aumentos salariales, aumento de las
importaciones, una consiguiente corriente inflacionaria y una desvalorización
de la moneda nacional. Esto ocurre en 1959.
De allí, que tras las elecciones de 1962, las F.F.A.A. tomen
el poder, argumentando "fraude" en el sistema eleccionario.
El nuevo gobierno, al mando de Porém decreta una nueva Ley de
Reforma Agraria, que no significa un cambio efectivo de la situación
campesina.
Es el mismo Porém, quien llama a elecciones, apoyando al candidato
Belaúnde, que es elegido Presidente en 1963. De más está
decir que, las medidas adoptadas por el nuevo gobierno, reformas agrarias
y tributarias, traen consigo los procesos de inflación y déficit
fiscal. Las F.F.A.A. retiran el apoyo dado al gobierno, realizando un
segundo golpe institucional.
El populismo militar intentó satisfacer, al menos parcialmente,
los intereses y aspiraciones de los sectores modernizantes. Entretanto,
la burguesía se vio amenazada, y los sectores populares y medios,
resisten la pasividad a la que el gobierno pretende someterlos.
Notas
(1) Viguera, Aníbal. "Revista mexicana de sociología".
Cap.I,59.
(2) Touraine, Alain. "América Latina. Política y
sociedad". Cap.III,184. Touraine señala que la república
socialista instalada por Marmaduke Grove en 1932, y que no duró
más que unos pocos días, fue también un ejenplo
de populismo, e incluso de populismo revolucionario.
(3) Winocur, Marcos. "El Populismo en América Latina".
Cap.II,31
(4) Waldmann, Peter. "Las cuatro fases del gobierno peronista"
in Aports Nº 19, jan 1971, citado por Fanny Tabak en "Ideologias-populismo".
Waldmann aclara que estas fases corresponden a una tesis de la evolución
dialéctica del peronismo, una ruptura, un mero retorno, que dado
un momento se aproxima al punto de partida.
(5) El FREJULI estaba constituído por el Partido Justicialista,
Movimiento de Integración y Desarrollo, Partido Conservador Popular,
Partido Popular Cristiano, Movimiento de Izquierda Cristiana, Movimiento
de Acción Nacional, Movimiento Nacional Irigoyenista, Movimiento
de la República Nacional y el Movimiento Socialista por la Liberación
Nacional.
(6) Además de la liquidación definitiva de la oligarquía
feudo-minera, la victoria de abril planteó la solución
de la recuperación del dominio nacional, en aquellas zonas en
donde se daban las principales materias primas, con lo cual se conseguía
la independencia económica de la nación; la incorporación
de las mayorías nacionales a la vida institucional y política;
la diversificación de la industria, etc.
(7) Esta revolución ocurre en los propios ciernes de la crisis
económica de 1929. El Estado, hasta entonces se encontraba controlado
por la burguesía agraria-exportadora, ligada especialmente a
la producción de café. Al ocurrir la crisis, este sector
se quedó imposibilitado de mantener el poder del Estado, pero
no se alejó completamente de éste.
Esta revolución marca un ciclo y el inicio de otro en la economía
brasileña: de la hegemonía agrario-exportadora al inicio
del predominio de la estructura de la base urbano-industrial.
(8) Getulio Vargas, "A nova política do Brasil", vol.
III p. 285, 297, 298. Citado por Werner Altman en "El populismo
en América Latina".
(9) Angell, Alan. "Populism and political change: the case of Colombia"
Sociological Review Monographic Nº11, fev 1967. Citado por Fanny
Tabak en "Ideologias-populismo".
(10) La constitución de centros proletarios, en la primera mitad
del siglo, permitirá la formación del partido aprista
así como de organizaciones sindicales, y la formación
del Partido Comunista. El APRA nace como una alianza de trabajadores,
como un sector de clase media de la región norteña, despojado
de su antigua situación independiente. Su nacimiento se relaciona
con las ideas marxistas de la época.
5.
HACIA UNA NUEVA CONCEPCIÓN POLÍTICA-SOCIAL
a. El derrumbamiento de la sociedad populista
La vuelta de los militares al poder en las diferentes naciones sudamericanas,
quebró las esperanzas reformistas y revolucionarias de las sociedades.
La represión pasó a ser el modo fundamental de control
del Estado, con respecto a los logros pasados del pueblo.
El capitalismo, por su parte, hizo lo propio en las economías
nacionales. Ante el movimiento populista, resurgió un anti-populismo
en manos de los antiguos regímenes militares. Con ello, la izquierda
necesitó un replanteamiento de su estrategia política,
volviendo a los temas de democracia, reivindicaciones sociales y populismo.
A diferencia de otros sistemas económicos, el capitalismo trajo
consigo una acelerada acumulación de capital, un incremento de
la productividad, acentuación de la dependencia externa, entre
otras cosas. Ante ello, era predecible una crisis del populismo; al
mismo tiempo, los obreros asalariados crecieron en importancia numérica
y en grado de organización. Reaparecieron los problemas de clase,
pero esta vez con un matiz político ante los cuales el Estado
se mostró impotente para actuar como agente mediador.
Los últimos regímenes populistas, debilitados y contradictorios
en sus planteamientos, llevaron a una doble crisis, en donde la forma
de acción de las clases dominantes se tornaron internamente fracturadas
y debilitadas en su capacidad de arbitraje. Y por otro lado, la crisis
de las formas de acción de las clases dominadas, desde donde
surgieron movimientos nuevos de acción obrera y popular que se
opusieron al modelo concentrador y excluyente en beneficio de un capital
derivado del monopolio de las transacciones.
Así, surgen movimientos libres de la tutela estatal, alejándose
con ello, del modelo populista. El retorno del peronismo en Argentina
y el gobierno de la Unidad Popular en Chile, muestran situaciones extremas
en donde se ejemplifica la radicalización profunda de los conflictos
presentes en la sociedad populista.
De esta manera, la capacidad de arbitraje de las clases dirigentes perdió
paulatinamente su poder, dando paso a una oposición de clases
en el campo político y virtualmente en el económico, esto
es, que la brecha existente entre las luchas políticas y los
conflictos sociales se acortó.
Por un proceso de signo inverso a los años '30 y '40, la perspectiva
clasista de las luchas, según Liliana de Riz, comenzó
a cobrar fuerza frente a la orientación populista dominante hasta
entonces. En las fuerzas populares, esta situación tomó
forma en los movimientos de clase y especialmente, en las guerrillas.
Las dictaduras militares que sucedieron al antiguo régimen populista,
hicieron desaparecer el espacio político de negociación
de los intereses de las clases. En esta realidad transformada, la lucha
política de las fuerzas populares, lucha que supone la recuperación
de las libertades democráticas, cobra un significado radicalmente
diferente al anterior sistema.
Con ello, habíamos dicho, que la izquierda enfrenta el desafío
de encontrar nuevas soluciones ideológicas y políticas,
que aseguren una perspectiva de clase en un ámbito democrático
y nacional, que a la vez, sea capaz de articular esa lucha por la democracia
nacional con la lucha por la sociedad socialista.
Es indiscutible que, junto con la devaluación populista, se produjo
la caída e incluso, la desaparición, de numerosos partidos
y grupos inspirados por el marxismo, y cobijados por la égida
socialista o comunista. La excepción a ello, es el Movimiento
al Socialismo (MAS) venezolano, que uniéndose al Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR), se afianzaron como una autocrítica
de la izquierda, iniciada desde la década de los '70.
De todos modos, la respuesta ante la interrogante que plantea la caída
de partidos y tesis socialdemócratas y socialistas (vinculadas
directamente al populismo) en América Latina, es más bien
larga. Pero podemos deducir algunos de los puntos más importantes,
como son:
La desproporción de la intervención del Estado, en las
diversas actividades económicas y sociales del país.
La creciente demagogia y corrupción de las burocracias en el
ámbito de la gestión pública.
La existencia de una política proteccionista "hacia adentro",
que impide la preparación competitiva en los mercados internacionales.
Una amplia protección, tal vez en algunos casos, injustificada,
al sector sindical, cuyos resultados fueron el freno de la producción
y de las inversiones.
b. El concepto Neopopulista
Algunos historiadores definen que, diversas situaciones en el cono sur
americano, hicieron reaparecer el estilo político populista,
despojado esta vez, de toda vinculación con un proyecto económico
determinado.
Para el estudio de este nuevo sistema es necesario diferenciar ciertos
elementos básicos. Por ejemplo, el elemento populista reaparece
como "estilo político" (un caso de ello, sería
Fujimori), que a la vez pasaría a ser un "populismo efímero"
muy diferente al "clásico" (en el cual encajan Vargas,
Perón y los otros). Las diferencias entre uno y otro, se deben
fundamentalmente a la realidad actual del continente.
Pero también existen los que invocan al pueblo, lucen su nacionalismo,
confieren al Estado un papel importante en la economía, apelan
a obreros y campesinos, entre otras cosas, y que se acercan más
al populismo tradicional. Entre ellos, podríamos nombrar a Alan
García en Perú o a Menen en Argentina. Cada uno con sus
diferentes posibilidades de éxito real o engaño.
La lógica del análisis, nos llevaría a afirmar
que ciertos personajes políticos ascendieron al Sillón
Presidencial, porque en sus respectivos países, el pueblo sigue
aferrado a la lógica populista, pues hay rasgos que permanecen
en la historia política a través del tiempo. Sin embargo,
fuera de esa lógica, existen elementos dispares que podrían
ocultar la verdadera transformación que se viene operando en
América Latina, desde hace ya algún tiempo. Por lo demás,
asegurar la participación de las masas en las políticas
neoliberales, parece casi imposible.
La diferenciación entre el estilo y el concepto populista, debe
basarse en la especificación de los fenómenos a tratar,
para no llegar nuevamente a aquellas definiciones "mínimas"
en donde la lista de casos pareciera incluir un sinnúmero de
regímenes.
En Bolivia, la tradición populista se ha manejado en manos de
los socialdemócratas. Durante las últimas décadas,
el gobierno de este país, se ha visto afectado por numerosos
desastres económicos y políticos, alcanzando límites
inconsiderables. Golpes de Estado y procesos inflacionarios se vieron
frenados por el gobierno del socialdemócrata Paz Estenssoro,
quien puso en marcha diversas medidas fiscales, que incluían
la reducción del gasto público y liberación del
mercado, entre los años 1985 y 1986.
Junto a este caso específico, se presentan los gobiernos de Carlos
Andrés Pérez en Venezuela, y el del peronista, Carlos
Menem, quien adoptó en Argentina un programa que ha denominado
"Economía popular de mercado" en el que dice aplicar
la doctrina social de la Iglesia. Esta trilogía sudamericana,
es un claro ejemplo de una de las dos facetas de la devaluación
populista: la de los partidos de corte populista que ganaron las elecciones,
y que sufrieron un retroceso, al implantar medidas tradicionales del
populismo en sus programas de gobierno (la otra sería, la de
los partidos que simplemente fueron derrotados en las elecciones, por
sus adversarios liberales, conservadores o democratacristianos).
Sin embargo, los gobiernos peruanos de los últimos tiempos, dejan
entrever la verdadera crisis del sistema populista, o más bien,
del fácil acceso al sistema para ganar adeptos en las elecciones,
y apoyo durante el gobierno. Después del mandato presidencial
de Alan García, que dejó un país desbaratado por
la inflación y la violencia política, el Presidente Fujimori
adoptó una política orientada a la visión de las
encuestas y las popularidades a corto plazo.
Los problemas se acrecentaron con la aparición del Ministro de
Economía y Finanzas, Carlos Boloña, quien fue asesor del
Ministro de Economía Carlos Rodríguez Pastor en el segundo
gobierno de Belaúnde. La drástica política fiscal
impuesta por Boloña, sumió al país en una profunda
recesión. Durante su período, logró pagar US$ 2.200
millones a la banca acreedora internacional, gracias al ajuste severo
que aplicó; junto a ello, bajó la inflación de
4 dígitos a cerca del 50% para el año 1992; inició
el proceso de privatización de las empresas públicas y
elevó las reservas internacionales a un valor de US$ 1.800 millones,
luego de haber sufrido un déficit de US$ 100 millones.
Ante ello, la tentación de tomar medidas populistas era demasiado
fuerte, y Fujimori cedió. Su política de entonces, se
redujo a la entrega de zapatos, útiles de estudio, buzos e inaugurar
nuevas escuelas que beneficiaron a más de un millón de
niños. Prometió a los empresarios, efectivo que pudiera
repotenciar el sector industrial, y echó por tierra medidas tendientes
a liberalizar aún más la economía. Tales disposiciones
tuvieron por respuesta la renuncia de Boloña, y con ello, el
conocimiento público de la clara inclinación de Fujimori
hacia una política electorera.
El caso del gobierno de la Unidad Popular entre los años 1970
y 1973 en Chile, ha traído consigo diversas discusiones al respecto
de que si éste habría o no sido un gobierno de corte populista.
Si bien Allende fue el Presidente electo por diversos grupos de trabajadores,
especialmente mineros y urbanos, segmentos de la clase media inclusive,
más que reflejar cambios socio-políticos profundos, los
inició.
El Partido Socialista denunció explícitamente al populismo,
y puso más énfasis en la ideología y en la lucha
de clases que en el nacionalismo y el personalismo. Allende rechazaba
la política populista en cuanto ésta era personalista,
al igual que el marxismo dictatorial. Sin embargo, y a pesar que dentro
de su primer año de gobierno, instituyó algunas medidas
de tipo populista de corto plazo, como la distribución del litro
de leche a cada niño chileno desnutrido y la rápida transferencia
del poder consumidor a la clase baja, no podemos encajonarlo dentro
de un movimiento populista o neopopulista, pues trabajó bajo
la égida de una política socialista en donde los trabajadores
quedaron excluídos del gobierno.
Con el fin de no generalizar hechos, la tendencia actual tiende al estudio
empírico de las naciones "neopopulistas", a través
del "tipo ideal". Este, no pretende reflejar la realidad,
sino abstraer de ella ciertos elementos para conformar un modelo teórico,
cuyo fin es contrastarlo con los casos concretos para explicar sus características
históricas específicas. Con ello, los casos no quedarían
reflejados por el modelo, sino contrastado a él para contribuir
y definir sus características.
Por esta razón, resulta difícil incluir a los nuevos gobiernos
contemporáneos, en un determinado movimiento. Designar un tipo
de gobierno, apunta a algo demasiado concreto como para ser generalizable.
¿Fue populista Alan García por su política económica,
o lo es Fujimori, por su estilo político? La respuesta está
en encontrar un rótulo que tenga utilidad científica para
comprenderlos. Las diferencias serán siempre, más importantes
de rescatar que las similitudes.
6.
CONCLUSIONES
En el caso del populismo sudamericano, la amplitud del concepto tal
como la utilizan los cientistas sociales hoy en día, resulta
difícil de sentar en las bases de una categoría científica.
Es importante, a partir de ello, que el término tenga un uso
limitado a determinadas formas de apertura política.
Por otro lado, el populismo no puede ser reducido a la concepción
de "manipulación de las masas populares". La política
populista implica la extensión de un sistema político
en el que las clases medias ocupan un lugar preponderante; junto a ello,
es característico del sistema, el car{acter nacionalista o antiimperialista
y la apelación de una cultura o a unos intereses populares.
En el cono sur americano, el pensamiento está ampliamente dominado
por la separación y la complementariedad del tema de la Nación
y de la masa. El primero, se nos presenta fuerte, mientras que el segundo
lo hace de manera más débil. A diferencia del pensamiento
europeo, en donde el mismo tema se ha organizado en torno a las clases,
en nuestro continente, la Nación es el espacio de los ciudadanos;
la masa, el modo de existencia de los excluidos.
Por la misma razón, las categorías populares sudamericanas,
no forman un mundo nítidamente excluído del sistema político,
como podría suceder en Rusia.
Al observar el desarrollo del movimiento populista en esta parte del
mundo, podemos concluir que toda revolución de clase, puede perdurar
y resultar exitosa sólo y sólo sí, se sitúa
en el interior de un movimiento nacionalista popular. De otro modo,
fracasa indiscutiblemente.
Del mismo modo, el pensamiento y la acción política bajo
el gobierno de estos movimientos, nunca suelen ser coherentes. La razón
de ello, es la asociación diversa de elementos que deben realizar,
y que pertenecen a modos distintos de acción. El populismo, a
través de sus políticas nacionalistas, busca legitimizar
las fuerzas que dirigen el crecimiento económico, de manera que
aumente el consumo y la distribución de los productos nacionales.
Pero generalmente, esta política, reduce la capacidad de inversión.
Una de las características con que se define el populismo, es
la unidad del régimen en manos del líder. Así,
se incluyen los términos de "política de masas"
y la "personalidad carismática del líder"; sin
embargo, tales términos explican poco y excluyen la extraordinaria
diversidad de los regímenes nacional-populares, sean estos militares
o civiles, autoritarios o demócratas.
La realidad nos muestra la complejidad de este sistema. Por tanto, resulta
casi imposible suponer la existencia de este líder "todopoderoso",
que impone su voluntad sobre el pueblo. Insistir en ello, contradice
la definición del término, ya que implica que el Estado
actúa independientemente del sistema político y de los
sectores sociales.
Se hace, por tanto, absolutamente necesario enfrentar la realidad sudamericana
de una manera distinta a como se ha hecho hasta ahora. Es preciso conocer
más y mejor las formas y etapas de imposición del modo
de producción capitalista en las diferentes fracciones del continente.
Con ello, también se hace necesario el estudio del desarrollo
de las luchas de clase en cada etapa y cada forma social y cómo
responde el Estado en cada una de ellas.
Resulta insuficiente explicar la crisis del populismo, a través
del desequilibrio que se produce entre las demandas sociales y la capacidad
del sistema político. Esta crisis se da incluso, cuando las presiones
sociales son más bien débiles. Por lo tanto, proviene
del sistema, del debilitamiento político en el que se asegura.
El caso contrario se da en los actuales regímenes militares.
Si bien es cierto que disuelven la política, no la anulan totalmente,
pues las luchas sociales se politizan y surgen nuevos contenidos conflictuales
de clase que ponen en cuestión las relaciones de ésta
y el modo de producción.
La América Latina, en general, con sus diferentes elementos que
la componen, debe ser capaz de luchar eficazmente contra sus propias
debilidades. Esto es, movilizar sus recursos tanto económicos,
como políticos y humanos, para desarrollar un nuevo crecimiento.
De otro modo, el sistema tradicional en donde el parecer cuenta más
que el hacer, y las relaciones personales, más que el cálculo
racional, seguirán manteniendo a los diversos países del
gran continente, en el nivel del subdesarrollo.
7.
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